He escrito muchas veces este texto, queriendo transmitirte con pocas palabras, cómo he llegado hasta aquí. 
Y me he dado cuenta de que todo se resume en unos pocos conceptos: mucha frustración, profesores motivadores o todo lo contrario, y una necesidad vital y constante, pese a todo, por expresarme a través de la pintura.
rama

Frustración

 
Creo que la anécdota que mejor resume esta parte se dio ya en mis primeros pasos. De niña me encantaba dibujar, y quise aprender a pintar, tendría unos 8 años. Se lo dije a mi madre, que buscó incansable a alguien que me diera clases, pero en Barbastro no había profesores de pintura. Así que nos fuimos a la tienda de arte y me compró unos óleos y unos pinceles… en mi casa nadie pintaba, así que no podían darme muchas explicaciones de cómo hacerlo. Me senté en la mesa redonda del salón, abrí la cajita de 8 colores de óleos y miré el folio decidida a pintar un girasol. Y ya te he dado la clave de mi primera gran frustración. Pinté un girasol en un folio… con óleo. Recuerdo nítidamente el aceite extendiéndose por el papel, la incapacidad que sentí. Dejé durante muchos años la pintura y aun odio los girasoles.
Al frustrarnos, la mayoría de las veces nos culpamos a nosotros mismos, nos convencemos de que no valemos sin pensar en que, simplemente, había otra forma de llegar donde queríamos o necesitábamos a alguien que nos echara una mano para conseguirlo.

Profesores poco motivadores contra profesores motivadores

 
Desde pequeña quise ser bióloga, además de pintar lo que más me gustaba era la naturaleza, explorarla, conocerla (e intentar incansable hacer colonia con los pétalos de las rosas de mi madre… otra frustración cada verano).
Llegué al instituto decidida a estudiar ciencias. Y allí llegó mi primer profesor poco motivador: física y química. Y el segundo: matemáticas avanzadas. Esas clases aburridas, indescifrables y eternas me dejaron algo claro, tenía que cambiar mi plan, yo no valía para algo así.
Y puedes pensar… bueno, si lo que finalmente escogiste era algo artístico, quizá es que no tienes la cabeza preparada para semejante cosa. Y te confieso que, si no fuera por lo que pasó después, yo también lo pensaría.
Terminé estudiando diseño interior. En el primer año teníamos tanto asignaturas de matemáticas como de física y química. El profesor de las dos últimas fue uno de los mejores profesores que he tenido. ¿Y sabes quién sacó sobresaliente en ambas asignaturas sin ningún esfuerzo? Sí, la bióloga frustrada.
Así que por favor, si crees que hay algo que no puedes aprender, piensa que solo necesitas encontrar tu propia forma de aprenderlo o un buen guía que te conduzca con entusiasmo.
Esta historia se repitió una vez más: en diseño interior mi gran terror era el dibujo (no solo los girasoles), las inseguridades me bloqueaban y el profesor de proyectos me dijo directamente que ni lo intentara, que no se me ocurriera hacer el proyecto final de carrera con las perspectivas hechas a mano, mucho mejor hacerlas en 3D (que la verdad me encantaba y me quedaron muy chulas). 
Yo entonces me reía contándolo pero me dolía mucho sentirme tan lejos de lo que más me gustaba. A veces parece que las señales solo indican el camino que te aleja de lo que de verdad deseas y la frustración deja paso a la resignación, ya estás totalmente segura de que no puedes.
En esos años me di cuenta de que había algo que me gustaba mucho más que la decoración: el diseño gráfico. Así que me puse a estudiarlo… y allí estaba Pablo. El profesor que más ha confiado en mí en toda esta historia. Él me dijo que podía y yo, simplemente, empecé a poder. Parece tan sencillo… que alguien te diga que puedes… pero es tan difícil que suceda y sea tu momento de escucharlo…
Durante ese tiempo me di cuenta de que era posible aprender a dibujar, que repitiendo y repitiendo y repitiendo al final salía. El secreto era que había que hacerlo 100 veces y yo siempre me había quedado en la 99.
 
En realidad, ese es uno de los aprendizajes más importantes de mi vida, a día de hoy sigo anclándome a él cuando creo que no puedo. Sigo frustrándome muchas veces, pero nunca me resigno.

Necesidad vital

 
En todas las biografías que puedo escribir hay siempre algo constante: la necesidad de expresarme, de sacar al papel, a veces escribiendo y siempre pintando.
Después de estudiar abrí mi propio estudio de fotografía y diseño gráfico, fueron años emocionantes, me sentía muy valiente, pero también muy duros… supongo que me pasó un poco como cuando intenté pintar un girasol con óleo en un folio, sin tener ninguna experiencia hay muchas cosas que haces mal… Así que terminé cerrando cuando surgió la oportunidad de trabajar como diseñadora gráfica para una empresa, que más que felicidad me daba estabilidad (algo que valoras mucho después de haber sido autónoma). Esa etapa duró 10 años y, al terminar, llegó el momento de volver a ser yo.
He de confesar que mientras trabajaba dejé de lado casi cualquier expresión artística, por muchos motivos (que seguro que algún día acabo contando en una publicación en Instagram, que me conozco). Pero hubo un suceso complicado en mi vida, murió mi yaya Pura repentinamente.
De algún modo, ese momento de desgarro, me hizo llegar un mensaje: Volver a dibujar. Quizá fue la necesidad de entender la vida, de encontrarme conmigo y lo que estaba sintiendo, o mi abuela desde el cielo diciéndome que ya valía de tonterías.
Recordé que había que dibujar algo 100 veces y empecé a hacerlo, empeñada, inconsciente, ciega y sorda a miedos y juicios, desde entonces hay una fuerza que me devuelve una y otra vez a la pintura.
No es fácil, hay días que escucho alto y claro al crítico interior poniéndome a caldo, diciéndome que no puedo, que nada de lo que hago vale la pena, lleva bigote y yo le escucho, pero al día siguiente, mientras aun duerme, yo me pongo otra vez a pintar. 100 veces.
Desde hace poco más de un año me he dado cuenta de que las constantes en mí han sido la acuarela y la naturaleza y aunque no me cierro a técnicas o motivos, eso es lo que quiero hacer, parafraseando a la gran May Sarton, la única paz que conozco proviene de la naturaleza, de sentirme parte de ella.
 
Y así llego hasta hoy. Cuando no solo quiero pintar sino también ayudar a otros a que lo consigan, a creer en ellos y decirles que son 100 veces y no 99 las que hay que intentarlo.